
Hace unos cuantos meses empecé a escribir esta nueva entrada, que nunca llegué a terminar y lógicamente ni a publicar, que llevaba por título: “Desahogo”. El texto empezaba diciendo que no sabía muy bien como se hacía eso de escribir para desahogarse una misma, básicamente porque no tenía claro qué era aquello que estaba invadiendo mi cuerpo y mi mente, que tanto me dolía y que ni sabía dónde se encontraba el epicentro de esa losa. En cambio, sí que tenía más claro en ese momento, a pesar de esa tristeza tan profunda que sentía, que me sentía inmensamente agradecida hacia todos esos refugios que acudieron en mi ayuda, y en los que yo me acurrucaba cuando me encontraba muy herida, perdida o incluso cansada por cargar con esa lápida de tristeza y dolor que me impedía ver la luz que me seguía rodeando y respirar el nuevo aire que estaba dispuesto a llenar mis pulmones.

Por aquel entonces quise proponerme una especie de pausa o de paréntesis así podría volver al lugar y al tiempo donde era capaz de escuchar y sentir las risas, los besos, los abrazos de muchos de los que amaba pero que cuando más herida me encontraba me cerraron su refugio en la cara para así en esa pausa poder borrarlos de mis recuerdos, sacarlos de allí para siempre para poder continuar mi camino, o eso creía mi inocente yo del pasado.

Hoy que ya han pasado varios meses creo que puedo asegurar que, aunque sé perfectamente que ese paréntesis no se ha borrado, no quiero volver a esos lugares/personas, es más me atrevo a afirmar y aun sabiendo que puede ser que, en unos días, semanas, meses, años cambie de parecer, que esos lugares/personas ya no existen, esas burbujas se evaporaron. Quiero pediros perdón a todos los que os he defraudado, siento no haber sido lo que esperabais de mí, y que vosotros tampoco hayáis sido lo que yo esperaba de vosotros. Aunque siendo honesta y sincera, quien me conoce bien sabe que peco de ambas y puede incluso en exceso, he de confesaros que soy, a pesar de todos mis defectos, y seguiré siendo quien yo espero de mí.
Estos largos meses me han servido entre muchas cosas para sentir y entender que la palabra querer implica, además de sentir cariño o amor hacia otro, encontrar, regalar tiempo (porque este no vuelve), dejar ser como es el otrx, no juzgar, tolerar, respetar, dar sin recibir pero sin perder algo vital (como nuestra felicidad), recordarse y sonreír, que la felicidad se contagie en ambas direcciones….
Otra de las cosas con las que me quedo de este tiempo reflexivo es que, aunque nos invada esa sensación de tristeza, frustración, rabia, ira, enfado, confusión… porque algo “nos ha salido mal” aprendamos a saber apreciar el regusto que nos ha dejado, porque, aunque no sepamos verlo en ese momento es ese regusto el que nos ENRIQUECE, el que nos empuja para que no dejemos de querer ser mejores humanos, de seguir creciendo personalmente, y eso nunca, NUNCA ES UN FINAL MALO.

Así que, aunque la vida no deje de ponerme a prueba y tenga preparados más obstáculos para mí que me hagan tropezar, caerme, llenarme de fango, no pienso dejar de intentarlo, aún cubierta de barro sintiéndome más pesada y lenta, lo tengo claro: hay que seguir, como decía Mercury: “el espectáculo debe continuar”, la vida va a continuar igualmente, aunque tu decidas quedarte en el fango.
Mi pregunta es ¿estas dispuestx a perderte tu vida? YO NO.