
Es curioso como nuestro cerebro se encarga de seleccionar cuál será la información que vamos a almacenar en ese archivo al que llamamos memoria.
¿Qué instantes o imágenes son las que nos irán acompañando, a la vez que recordando cómo ha sido el camino que cada unx hemos ido eligiendo, de una u otra forma, para llegar donde nos encontramos en este preciso instante?
Si abriéramos nuestro cofre secreto, ese que va almacenando bajo la etiqueta de «Recuerdo» esas imágenes, esos olores, esa música, todos esos instantes grabados casi a fuego. ¿Cuál sería su contenido? ¿Irá cambiando? ¿Irá aumentando, por el pasar de los días o iremos perdiendo o desechando a la vez que generamos? Con el soplar de las velas, de todos los años que vamos viviendo, vamos adquiriendo nuevos conocimientos, nuevas experiencias, nuevas sensaciones, vamos conociendo a nuevas personas, vamos descubriéndonos más a nosotros mismos… y por lo tanto vamos sumando y sumando nuevos recuerdos.

El encargado de filtrar qué huellas son las que vamos a mantener con el paso del tiempo y cuales se irán borrando y diluyendo en nuestra memoria no es otro que nuestro cerebro, el director de orquesta de la banda sonora de nuestra vida. Decidirá, en cierta forma, el envoltorio y el contenido de todos esos pequeños instantes. Unos al abrirlos adquirirán mayor protagonismo en nuestro interior por la intensidad de las sensaciones y emociones que experimentamos al vivirlos y con las que fueron custodiadas, otros traen un envoltorio rococó, repleto de detalles, rebosando información que nos traslada directos a un lugar o momento muy concreto, pero nada más, es como un fotograma en alta definición, pero insípido.

Todas esas imágenes que vienen a recordarnos quienes somos, como somos y por qué. Todas se encuentran ahí bien atesoradas en una especie de cofre secreto interno, independientemente de si esos recuerdos nos producen alegría o felicidad, o si son recuerdos que nos provocan tristeza o dolor.
Dicen que los recuerdos, al final, los acabamos recordando del propio recuerdo contado. Es decir, la intensidad de revivir ese momento, lo que sentíamos irá perdiendo fuerza a medida que lo vayamos contando y compartiendo con otros, como si en cierta forma dejáramos, consciente o inconscientemente, de dar importancia a los detalles (emociones, sensaciones,…) que le acompañaban, todo además sin olvidar que nuestro cerebro casi de forma constante acaba modificando la huella inicial cada vez que la reproducimos y así, sin saberlo, lo que queda en el archivo de la memoria es la imagen que se ha ido quedando cada vez que lo hemos abierto para compartir esa imagen que hemos ido recordando, la forma en la que hemos transmitido ese instante en la oratoria compartida.

Creo que esa forma de recordar lo recordado del recuerdo es una de las razones por las que todos aquellos instantes que nos han causado daño y nos siguen produciendo un dolor intenso o un miedo paralizante, tienen siempre una mayor fuerza, peso y consistencia para hacernos regresar justo a ese preciso momento de nuevo, a sentir de nuevo ese miedo que nos aterroriza y congela, advirtiéndonos de lo vulnerables que somos, volver a ese dolor que nos abre de par en par dejando expuesto todo nuestro interior sin máscaras o escudos que nos protejan.
Por eso este tipo de recuerdos, el álbum secreto se conserva mejor, es el álbum que no queremos enseñar, y cuando compartimos alguna de esas imágenes son más difíciles de contar, de transmitir porque nadie quiere volver a sentir ese miedo que te empequeñece.
La única solución para que esos recuerdos se vayan diluyendo hasta borrarse es llenarse de valentía, resiliencia lo llaman creo, para dar el paso y poco a poco ir contando y compartiendo esas fotografías con el oyente o los oyentes elegidos, ellos serán los que te recordarán cada vez que vuelvas a sentirte frágil que eres una leona superviviente, y que ya no tienes porqué sentir ese miedo o ese dolor en solitario ahora ya puedes compartirlo, y así el dichoso álbum secreto cada día irá pesando un pelín menos.
La teoría está clara, ahora en la práctica sigue siendo tarea altamente complicada.