Sólo se trataba de una especie de pequeño amuleto que llevaría consigo siempre impregnado en su cuerpo. Un talismán que simbolizaba, como otros tantos, un viaje iniciático. Se trataba de una especie de resguardo para que no olvidara que la existencia en el mundo consistía en iniciar el camino hacia lo desconocido, un sendero que seguir con la finalidad de penetrar y regresar con éxito del laberinto que cada uno vamos confeccionando según avanzamos dando los pasos necesarios, no se trataba sólo de un simple juego infantil.

Aquel esbozo respiraría con ella provocando en cierta forma que el propio dibujo/amuleto fuera cobrando vida. Según inhalaba para llenar de aire sus pulmones todas sus líneas iban balanceándose al ritmo de su respiración. Exhalaba…. Miraba al cielo en busca de algo de sosiego, en busca de algo que lograra calmarla, sin más empezó a quedarse abducida por el cielo y sus nubes, que en evolución continúa no dejaban de regalar nuevas formas a sus ojos.

Su mente y su cuerpo estaban ya agotados, demasiados pensamientos e ideas intentando asediar todo su espacio vital, por eso decidió que la mejor forma de desconectar al asedio constante era tumbarse y dejarse llevar y guiar por esas nubes y sus formas que el propio cielo le estaba regalando a ella.
El significado de lo que era realmente aquel símbolo, la forma en la que él se lo quiso enseñar y como quiso compartirlo con ella, como si él ya supiera de antemano, y claro que lo sabía, que darle a conocer aquel juego iniciático se iba a convertir en el mayor de los regalos. Ese regalo se convertiría sin haberlo planificado nadie en el Tótem de su vida.
Un recuerdo que acabó convirtiéndose en su amuleto especial, un símbolo de la especial conexión de amistad, de confidencias, de salvavidas y de amor que había entre ellos, una unión que, como la del hilo rojo, seguiría acompañándola a lo largo del camino de su vida. Un viaje que se iniciaba con «una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato» desde la Tierra al Cielo. (Ingredientes: acera, piedrita, zapato y una tiza para hacer el bello dibujo)
Mientras miraba las nubes y su mente se queda en blanco sus dedos empezaron a rozar con suavidad aquel dibujo grabado en tinta negra en su piel, fue cuncadp cerró los ojos y viajó, de una forma involuntaria hacia el espacio e imagen en el cual, de una forma simbólica, él se le entregaba aquel totem que hoy ella llevaba grabado. Tras recordar esa donación, jamás ocurrida como tal, sus ojos se llenaron de agua, pudiendo contemplar en cada una de sus lágrimas la ilusión de aquel momento, y seguidamente acompañando a esas lágrimas se podía observar como empezaba a asomarse, tímidamente, una sonrisa que, una vez más, lograba emocionarla, como cuando se iluminan los ojos de los niños la mañana de Reyes.