Re-Componiéndo(ME)

Sin rumbo establecido caminaba con la mirada perdida dejándome guiar por la fresca brisa de esa tarde otoñal que me envolvía. De repente, cuando quise darme cuenta me encontraba en mitad del parque buscando con la mirada uno de los bancos de madera para sentarme durante un rato y tratar de ordenar todos esos pensamientos y esas emociones que llevaban días acompañándome en forma de torbellino.

Me pareció verte entre los árboles, como si estuviéramos jugando al escondite y me tentaras para que saliera a buscarte. Una vez más, no era más que mi cabeza jugando conmigo y resultaron ser tan sólo las ramas de los arboles bailando al compás del airecillo que soplaba aquella tarde.

El aire estaba impregnado con un aroma tierra mojada mezclado con hierba y esas flores amarillas que crecen en cualquier lugar. ¿Se pondrá a llover? La brisa traía ese perfume que a su vez se mezclaba con el olor a lumbre que era muy habitual en esta época del año. Un aroma a madera, a casa, a paz.

Junto con esos olores se mezclaba el sonido del crujido de las hojas, cuando las pisamos en los paseos del mes de noviembre y de fondo podía escuchar unos sonidos que provenían de las casitas que estaban junto a la salida del parque. De entre todos esos sonidos había uno de ellos que destacaba, parecía que estuviera poniendo orden al escándalo que había aquí dentro del parque, un alboroto de sonidos de las hojas caídas quebrándose, las ramitas y sus hojas agitándose, los pájaros tramando a saber qué y sin parar de contarse. El sonido que llevaba la voz cantante era el director de toda esa orquesta. Un sonido, que provenía de fuera, sordo y pautado: «POC POC», que marcaba el compás a todo el jolgorio del parque, pero que no era otra cosa que alguien cortando la leña para la chimenea de su casa, y así perfumarnos la tarde.

Allí sentada me invadió toda esa mochila que me acompaña y empecé a sentir que me resquebrajaba. Comencé a desintegrarme poco a poco, como si fuera un bloque de hielo apoyado en el banco del parque calentándome con los rayos de sol que calentaba aquella tarde de otoño. Estando sentada en un estado sólido y de repente pasar a un estado líquido, y casi nada más ser consciente de mi cambio de estado, en apenas unos minutos, estaba deslizándome por el banco convirtiéndome en un charquito en la tierra. Veo que se acerca a mi una hormiga curiosa y sin saber porque acabo mutando y paso a ser esa hormiga curiosa, pero yo me tambaleo, tropiezo y acabo cayendo dentro de mi propio fango.

Y ese barro me engulle, y así aparece esa mierda de sensación de soledad impuesta. Ya está así voy a acabar,nadie sabrá que acabé engullida por mi propio barro. La angustia al sentirme muy pequeña, muy frágil, totalmente vulnerable en medio de una inmensa oscuridad. Triste y ahogada por mis propias penas, que son las que me tienen capturada, haciendome presa sin esperanza de libertad.

La conclusión de todo esto no es más que tengo el corazón roto, puede que ya no vuelva a servir. Siento como si mi alma estuviera desorientada buscando desesperadamente la maldita Estrella Polar para poder ubicarse en medio de tanta oscuridad, y ¿la esperanza? ¿Donde mierda está? Deseo con todas mis fuerzas volver a recuperarla, aunque sea una pequeña parte de ella y seguramente ella también está deseando poder acompañarme de vuelta a casa. Allí donde está mi corazón, o lo que quede de él, con ganas de volver a sentir y funcionar de nuevo, esperándome con los brazos abiertos, con la chimenea puesta, una manta, unos libros, música, unos vinos… un día cualquiera, una tarde de otoño con o sin el repiqueteo de lluvia…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s