El tiempo pasa a la velocidad del rayo aunque a veces nos parezca que alguien se hubiera encargado de ralentizarlo provocándonos la sensación de que todo nuestro alrededor vaya a cámara lenta y nuestro cuerpo fuera totalmente descompasado. Como si la vida fuera algo que alguien pudiese programar o editar, como si todos viviésemos en un gigantesco “Show de Truman”.

La vida nos pone a prueba constantemente para que seamos conscientes de algo tan simple como que todo lo que ella nos ofrece es efímero, nada de lo que ella nos regala nos pertenece, nada ni nadie es imprescindible, pero todo y todxs somos irrepetibles. Vamos mutando en continuo, consciente o inconscientemente, en ese eterno fluir de nuestro camino de la vida. Cuando reconocemos que todo lo que nos rodea y todxs los que nos rodean, incluso nosotrxs mismxs somos meros instantes. Lo único que es inmutable e imperecedero es el cambio constante que nos invade, cuando aceptemos que sólo ese fluir será una constante presente inmarcesible será cuando realmente disfrutaremos de la vida y del tiempo que tenemos, del hoy, del ahora mismo.
Esta realidad o filosofía de vida para que podamos interiorizarla primero tiene que arrollar algunos de los pilares que, hemos ido conformando nosotrxs mismxs y con los que hemos crecido, pero que nos han hecho ser lo que hoy somos y como nos presentamos al mundo. Porque antes de desaprender lo andado, pasamos muchos de los días quejándonos, sufriendo todos cambios que van apareciendo en nuestro día a día con la carga de nuestra mochila a la espalda. Una mochila que cada vez pesa más, que todos llevamos a cuestas y que no es fácil desprenderse de ella. Ponemos casi todo nuestro esfuerzo e ilusión en un futuro que no nos pertenece y todxs sacamos el arco y la flecha apuntando firmemente a ese futuro anhelado.

Sin ir más lejos estos dos últimos años y el presente que estamos viviendo de manera global frente a la situación en la que todxs estamos inmersos, no ha hecho más que disparar en nuestro interior todas nuestras emociones, y nunca nadie nos enseñó a gestionarlas para que pudiéramos fluir con el día a dia, para ser mejores, para seguir creciendo. Este cambio que ha ocurrido en todas partes (no hubo escapatoria) ha sido el catalizador para que el miedo nos invada provocándonos una mezcla de rabia, frustración, desconcierto, incluso la no aceptación de lo que estamos viviendo, una situación que no hemos elegido ni queremos.
La vida nos ha dado un “tirón de orejas” haciéndonos sentir lo vulnerables que somos, nos ha mostrado que nuestro precioso castillo de naipes, ese futuro que hemos ido construyendo cada unx de nosotrxs, se puede desmoronar con un simple soplido, como el del lobo en el cuento de los tres cerditos, dejándonos sin nada de lo que dábamos por seguro y cuando uno se encuentra desnudo, totalmente expuesto, frente al mundo aparece uno de los instintos más primarios la supervivencia. Ese instinto que nos ha mantenido ha flote durante millones de años es el que nos hace aferrarnos a esas ideas que tenemos ancladas a nuestro ser: “yo soy así”, “lo que he conseguido es mío”, “necesito esto para ser feliz”, parece que necesitamos tener esa sensación, esa falsa seguridad. Todos defendemos creer quienes somos y tenemos claro lo que queremos, pero la realidad es que no tenemos ni puta idea, porque no somos los de ayer, menos los de hace un año, y lo más importante es que se nos olvida que en la vida hay multitud de soplidos que van a ser capaces de desplomar todo lo que hemos ido construyendo e incluso todo nuestro alrededor.

Cuando aprehendemos a vivir nuestro hoy, a disfrutar el ahora, es cuando somos capaces de vivir los instantes que dan forma a nuestra vida y a la vez aceptamos todos los cambios en continuo, ya todo instante trae consigo un cambio. Ojo entendiendo que la aceptación es compatible con la queja o el enfado porque al hacer libres nuestras frustraciones será más sencillo, casi diría que inconsciente, ir integrando los cambios o desavenencias anuestro día a día, siendo cada vez algo más conscientes de que todos los días que experimentemos serán diferentes y algo evidente y muy importante, al menos para mí: lo que ayer fue hoy dejó de ser.
Creo que es un regalo que nos hacemos nosotrxs mismxs, como si tuviéramos la fortuna de empezar de cero, de resetearnos, de nacer de nuevo, pero siendo conscientes de que lo único que importa es hoy y aceptando que los cambios serán “el pan nuestro de cada día”, formando una amalgama casi perfecta. Al final la vida es más simple cuando asumes que es complicada, y se hace más complicada cuando das por hecho que debería ser más fácil o simple, creo que asumir la complejidad de la vida es un buen comienzo para seguir creciendo y fluyendo y para poder disfrutar de la belleza de las imperfecciones que nos regala la vida todos los días.